Le llaman el Balcón de las Huerdes a este pequeño y coqueto pueblo de esta comarca extremeña que resurge conforme el turismo va descubriendo los preciosos rincones que esconde. Alfonso XIII en su famoso viaje a las Hurdes acampo muy cerca de este pueblo y al parecer incluso contó con Gregorio Marañón como guía de lujo. Sus estrechas calles demuestran que han sabido mantener una arquitectura única y con sabor a los antiguo, aunque todavía queda mucho por conservar en condiciones, un paseo por ellas es más que recomendable.
El acceso se hace por carretera de montaña con muchas curvas pero en buen estado. Una vez lleguemos al pueblo dejamos el coche en la plaza principal y frente al ayuntamiento hay una zona espaciosa para aparcar.
Sin lugar a duda lo que más llama la atención es su campanario en el exterior de la iglesia y totalmente independiente de esta. Y esto es así porque este pertenece al pueblo y la iglesia al obispado. Siete peldaños y dos campanas lo conforman y era usado para a los lugareños a reunión.
Los alrededores del pueblo son ideales para el senderismo y en verano las piscinas naturales se utilizan para aliviar los rigores de la calor.