Para un andaluz pasear por un hayedo de los que abundan sobre todo por el norte de la península ibérica y de los que no podemos disfrutar por el sur, es una experiencia maravillosa. Esas laderas repletas de troncos lisos, blanquecinos y de porte poderoso, esa sombra, esa humedad, ese verdor intenso de sus hojas y otras especies que crecen cobijadas en su espeso bosque. Y sin duda lo que más llama la atención por encima de todo es la buena sombra que nos cobija en el hayedo y esto tiene una clara explicación.
Las hojas de los árboles tienen una copa ancha y muy ramificada y las hojas se ponen paralelas al suelo para aprovechar al máximo la luz solar que se va filtrando entre las ramas. Esta operación se va modificando a lo largo del día dependiendo de donde venga el sol, y es que las hojas de las hayas se mueven como si de una persiana se tratase. Con esto se consigue que la humedad y la sombra sea máxima durante todo el día impidiendo también el crecimiento de otras plantas debajo de ellos pero en los claros dan lugar a un bosque variado con avellanos, robles, castaños, servales, helechos, etc.
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