A escasos kilómetros del final de la costa del sol malagueña se encuentra una silueta blanca incrustada practicamente en la montaña, se trata de Casares un precioso pueblo rodeado de naturaleza e historia que merece la pena un buen y sosegado paseo por sus estrechas calles.
Una vez que lleguemos al pueblo desde la costa os recomiendo aparcar el coche en la parte alta del pueblo donde existen algunas zonas acondicionadas para ello, el adentrarse con el vehículo por sus calles sobra, ya que debemos de disfrutar de las mismas paseando por ellas.
Una vez aparcado bajaremos por cualquiera de las estrechas calles que vendrán a dar a la plaza principal del pueblo, los rincones curiosos aparecen por cualquier lugar.
No faltarán muestras de su más insigne poblador, el recordado Blas Infante.
Las vistas de la zona del castillo,la roca, los tejados y las blancas paredes son la mejor decoración para cualquier foto que realicemos.
Sin darnos cuentas estaremos en la parte baja desde donde accederemos a la zona de los restos del castillo y sus arrabales.
La puerta de acceso al castillo mezcla las rocas utilizadas para sus construcción con la cal de las actuales casas.
La roca se integra perfectamente en algunas calles adyacentes al castillo.
No faltan macetas, cuidadas por los vecinos, que inundan de colorido las calles cuando la privamera llega.
Y una vez en la zona del castillo tan solo nos queda admirar la belleza de este pueblo que se desparrama por la ladera y está rodeado de una inmensidad natural por descubrir.
Espacios naturales como Sierra Bermeja, Sierra Crestellina, el Monte del Duque, o el Canuto de Utrera son lugares accesibles desde este bello pueblo y que pueden completar una sensacional jornada de senderismo con la obligada visita a Casares.
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