Pegada a Portugal y a Salamanca estas tierras cacereñas son un lugar recientemente descubierto y la sensación que nos traemos es que nos queda muchísimo por descubrir. Castillos, naturaleza a borbotones, agua, madera, castañares, robledales, aguilas, buitres, lenguas autóctonas, buenas gentes, pueblos con sabor añejo... todo ello lo tenemos en la Sierra de Gata.
Gata es el pueblo que da nombre a estas sierras y ha sido el que nos ha acogido...
... y Benigno el guía de lujo que hemos tenido para aconsejarnos que es lo que no tenemos que dejar de ver. Por si fuera poco Pepa nos ha deleitado con su cariño y buen hacer culinario.
Tierras donde se pueden hacer muchos kilómetros por encima de una calzada romana.
Casas nobles con escudos e inscripciones antiguas que podemos observar por todos los pueblos de la comarca.
El tiempo parece que no ha pasado para estos cerrojos donde la madera y el hierro se unen formando autenticas obras de arte.
Valles profundos llenos de castaños, con pequeños pueblos incrustados en sus laderas.
Castillos medievales que se mantienen en pie y los que piden reformas con carácter urgente.
El agua está presente por todos los rincones en forma de fuentes, ríos y piscinas naturales.
Arquitectura con sabor a lo popular, al uso de materias primas propias, con callejuelas estrechas, sabiendo aprovechar cada rincón de ellas para uso y disfrute de sus vecinos.
Gran riqueza de aves de todas las especies y todos los habitats.
En definitiva una inmensidad natural que conforman un espacio por descubrir y con unas posibilidades turisticas enormes.
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