Este bello pueblo de la zona de la Sierra de Francia, en Salamanca, representa un exponente del desarrollo turístico que puede representar el mantenimiento de las tradiciones y la arquitectura en el tiempo. Si a ello le añadimos los bellos paisajes que la rodean, la hacen pues lo que actualmente constituye un autentico potencial turístico de la zona.
Ya en 1940 consiguió la distinción como monumento histórico-artístico, con lo cual se ha facilitado la conservación de su casco histórico, siendo el primer pueblo español que lo conseguía.
Su nombre proviene del árabe al-bereka, lugar de aguas. Pasear por sus calles llenas de turistas y tiendas no es lo más parecido a la época que recrean sus casas, pero si que nos proporcionará un buen día no solo para nuestra vista, sino también con su abundante gastronomía derivada del cerdo. El comer en uno de sus numerosos restaurantes es no solo bueno, sino además barato. Los menús que hay son para todos los gustos y bolsillos y sobre todo de gran calidad.
Bellos rincones que nos aparecen por todo su casco histórico, donde se convinan la piedra y la madera.
Cualquier época es buena para visitarla pero la luz que nos proporciona el verano lo hacen tal vez la más propicia, sobre todo porque sus temperaturas no suelen ser excesivamente elevadas.
Además podemos completar la jornada con una visita al Valle de las Batuecas, cercano a esta población y un lugar donde sestear a la sombra escuchando el correr del agua.
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