Ocho de la mañana de mediados de octubre de 2014, amanece en los esteros de Chiclana de la Frontera y cerca de la isla de Sancti Petri, en un día que se preve caluroso para la época en la que nos encontramos. Un grupo numeroso de espátulas come freneticamente en medio de una lámina de agua en la que los pequeños peces, crustáceos, camarones y demás forman parte de su dieta diaria. Lo hacen moviendo la cabeza de un lado a otro y detectando las presas con sus sensibles picos.
Un par de horas más tarde, y ya satisfechas, buscan la seguridad de muros e islotes donde parecen descansar. Nosotros aprovechamos para mirar las anilllas y banderolas que tienen y que nos dicen que la mayoría de ellas vienen de Holanda (las marcas naranjas así lo refrendan).
De pronto parece que algo les inquieta, nosotros estamos bastante lejos y no hay nadie por los alrededores. Depredadores tampoco. Pero si que notamos como se mueven, alguna de ellas revolotea de un lado a otro... hasta que de pronto unas cuantas inician un vuelo a ras de agua.
Poco a poco se van elevando y unas siguen a otras.
Al poco tiempo ya van adoptando una formación que nos es bastante conocida de participar en el estudio de la migración de esta zancuda y ver a cientos de bandos como utilizan nuestra costa para pasar hacia sus cuarteles de invierno en África.
Adultas y jóvenes se mezclan y parecen decididas a tomar la dirección adecuada, en primer lugar hacia la playa de la Barrosa y a continuación cruzar el mar hacia el continente negro.
Cada vez más lejos, cada vez más alto y cada vez más dirigidas hacia la zona de Torre Bermeja-Torre del Puerco que actuan de autenticas señales para que estas aves sepan por donde tienen que dar el salto.
No hay dudas, este grupo ya lo ha decidido y nada le impedirá cruzar, su destino es el sur y hacia el vuelan. No sabemos porque pero es un autentico placer el poder contemplar un espectáculo como este. LLegan, comen, descansan y vuelan hacia África.
Aquí os dejamos un pequeño vídeo de las espátulas comiendo freneticamente tan solo unos momentos antes de, no sabemos porque, iniciar el camino. Es indudable que se sienten fuertes, descansadas y bien alimentadas, así que ya nada les impide volar durante unas cuantas horas hasta atravesar el gran trozo de mar que nos separa desde La Barrosa hasta más abajo de Cabo Espartel.
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