Último fin de semana de octubre más de treinta grados en la laguna de la Janda, calor sofocante, viento de levante en calma y de pronto escuchamos en la lejanía un sonido propio del invierno, del frío. No lo podíamos creer pero allí arriba estaban, un grupo de unas 20 grullas llegando a los arrozales y campos que rodean la antigua laguna.
Luego se dispersaron lejos de nosotros y junto a cigüeñas que rebuscaban en los arrozales recién recolectados. Nos montamos en el coche que se encontraba a pleno sol y marcaba 35º C de temperatura. No salimos del asombro el comprobar como estas altas temperaturas más propias del mes de agosto no impiden que estas aves invernantes, un año más, nos visiten. Son pocas las que ahora hay pero indudablemente conforme el frío aumente en el norte de Europa veremos como aumentan su número llegando al millar. Aunque algunos años hemos comprobado como eran casi dos mil las que se podían ver y escuchar por aquí.
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