Esta segunda parte de nuestra visita primaveral a Mongragüe la dedicamos a nuestro paso por otro de los lugares míticos en el que merece la pena dedicarle unas cuantas horas a observar todo lo que se mueve en sus alrededores, se trata de la Portilla del Tietar. Un conjunto de rocas y monte mediterraneo a orillas del río Tietar y que dispone de un mirador donde se apostan los amantes de la ornitología ya que siempre y en cualquier época depara sorpresas.
Pero no solo hay que estar atentos al roquedo y el cielo, también los matorrales cercanos al mirador suele ser muy bueno para la observación de pequeñas aves, como este carbonero que nos permitía hacerle un buen reportaje fotográfico.
Una curruca carrasqueña, también se pone "a tiro".
Y un verdecillo con su característico y repetitivo canto.
Los reyes del roquedo son sin duda los buitres leonados que se afanan en sus idas y venidas para alimentar a los pollos que ya están crecidos, ya que estas aves son más tempraneras a la hora de hacer las puestas.
A primeros de abril ya los pollos tienen algún tiempo y demanadan continuamente alimentos y obligan a los padres a regurgitarles la comida, y ese espectáculo lo podemos contemplar desde muy pocos metros de distancia y sin molestarlos.
Las rapaces también se dejarán ver ya que también anidan en estos roquedos.
El águila culebrera no situa el nido en las piedras sino en los alcornoques cercanos y busca incansable a los reptiles que si utilizan esas rocas para tomar el sol.
Bandos de palomas sobrevuelan el río a poca altura en busca de las dehesas cercanas donde se alimentan y buscan sus lugares para pasar la noche.
Un águila imperial las observa desde las alturas y deja que plasmemos en una fotografía su inconfundible silueta y nos deleita con su característico e inconfundible reclamo.
Un milano nos sobrevuela justo a nuestra altura buscando alimento por las orillas del río.
Pero el mayor lujo de este mirador, ya nos lo habían advertido por la mañana, es el nido de águila imperial que está situado a escasos metros a la derecha del roquedo. Sobre un árbol se sitúa y son constantes las entradas y salidas de ambos progenitores.
Las pasadas de esta escasa, y en peligro de extinción, rapaz son frecuentes y es un lujazo el poder estar observándolas tan de cerca.
Posada en lo más alto de los roquedos
Y en un posadero entre el nido y los roquedos, muy visible desde la carretera unos metros mas allá del mirador.
Incluso las dos hubo momentos en los que dejaban el nido y nos regalaban una foto de ellas juntas en esas ramas de alcornoque.
La caída de la tarde nos deparaba una última sorpresa y que dejó atónitos a los más de 20 naturalistas que allí disfrutábamos de tanto espectáculo "pajarero" y fue cuando sobre ese posadero las imperiales copularon, sin importarles tanto observador.
Además es el mejor mirador para poder escuchar y ver al Gran Duque, y es que el buho real tiene en este roquedo un nido que incluso es visible algunos años. Esta primavera en cambio está situado en la parte posterior y no es observable, estuvimos hasta que caía la noche y tan solo logramos escucharlo, pero no se dejo ver... y es que todo no es posible y eso lo sabemos los "pajareros".
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